Introducción
Vs. 12 – 16.
Continuando en el sermón del monte, el Señor Jesús después de aclarar quienes son parte del reino de los cielos (Vs 1 – 12) ahora señalará que estas características no solo son parte esencial del verdadero carácter del cristianismo, sino que son también nuestra forma de aportar de ser significantes en este mundo.
Según como lo dijo el Señor Jesús somos la sal de la tierra y la luz del mundo. Solo un hijo de Dios puede recibir tal nominación, por eso la expresión “vosotros sois”, no se puede estar refiriendo a todo el grupo de oyentes que estaba en este sermón, sino a aquellos de este grupo que creían en Jesús.
Para el resto de los oyentes, sin embargo, esta parte del sermón les mostró claramente que el creer en Jesús significaba una completa identificación.
Jesucristo destacó la función a la cual ha llamado a quienes se consideran sus seguidores. El Señor las resumió en dos metáforas.
- Vosotros sois la sal de la tierra.
- Vosotros sois la luz del mundo.
Ahora, para el buen estudiante de las Escrituras, es necesario entender el sentido de estas metáforas y así descubrir cual es el mensaje que el Señor Jesús nos quiere dar.
Vs. 13.
Vosotros sois la sal de la tierra.
Aquí es importante saber cuáles eran los usos de la sal en los tiempos de Jesús para entender este concepto.
Es obvio que para los tiempos del Señor, esta expresión fue fácil de entender, entonces debemos buscar aquel significado para luego poder entender que significa esto para nosotros.
¿Cuáles son las propiedades principales de la sal?
Lo bueno de estas metáforas que usó Jesús es que su uso es bastante común. No son cosas extrañas en nuestra vida, de hecho las funciones de ambos elementos son siempre las mismas.
La sal tiene dos propiedades principales: Dar sabor y preservar. Pienso que el Señor Jesús está apuntando en ambas direcciones.
Dar sabor.
¿Qué significaría en términos prácticos dar sabor?
Cuando algo no tiene sal está bastante alejado de ser algo agradable, la falta de sal hace que comidas pierdan la gracia.
¿Qué es la sal que el cristiano tiene y que debe dar en este mundo?
Creo que son todas las expresiones que Jesús ya mencionó en los versículos anteriores.
- Personas con corazones humildes.
- Personas agradecidas de la vida.
- Personas justas, que hacen siempre lo correcto.
- Que son misericordiosas con los demás.
- Que tratan a los demás con un limpio corazón.
- Que son pacificadores, se prestan para la reconciliación entre dos partes.
- Que aún en la persecución se mantienen con un espíritu inquebrantable de gozo, sabiendo que eso también es parte de nuestra vida en Cristo.
Personas que con sus vidas hacen ver a otros que la vida puede ser más rica de lo que ellos conocen, que prestan un buen ejemplo, vidas que trae paz, que quienes los conocen sienten que reciben de ellos algo especial. Son vidas que enriquecen la vida de los demás.
La gente es más feliz con personas como estas, porque sus vidas están siendo constantemente enriquecidas con sus buenos ejemplos, con sus buenos tratos, con sus gestos de amor, con sus ejemplos de humildad y otras virtudes que brotan de un corazón transformado.
Bajo esta mirada tiene mucho sentido la segunda parte de este versículo: «pero si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada? no sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres».
¿Qué significa que la sal no se haga insípida?
La idea es: “Sin fuerza suficiente para cumplir la función de preservar”.
En las cercanías del mar muerto, hay un tipo de sal mezclada con yeso que no posee la suficiente fuerza, de sabor pobre y por lo mismo ineficaz. Una sal mezclada, dice el Señor Jesús, «no sirve más para nada»; por lo tanto la sal no se debe mezclar. La sal se debe mantener en su estado de pureza para que sea útil.
Este parece un llamado a la santidad. Tomar enserio las características antes mencionadas, de separarnos para Dios y mantenernos en la fe, pese a las invitaciones que el mundo nos haga.
Es rechazar el sincretismo. Evitar mezclar nuestros principios espirituales con filosofía humana. No ceder, buscando acomodos o concesiones con una vida licenciosa.
Según Mateo: ¿Qué pasa con la sal que se torna insípida?
No sirve más que «Para ser echada fuera y hollada por los hombres».
Este tipo de sal fue usada para tirarla por los caminos, la finalidad era que esta matara la vegetación que crecía por las calles. Ya no era considerada para fines importantes, sino para fines vulgares, ordinarios, comunes.
Esto llega a ser la vida de algunos que llamándose cristianos han hecho concesiones con ciertas prácticas declaradas en la Biblia mundanas.
Se han mezclado con el mundo, llegando a ser insípidos, la mezcla les ha quitado de el poder, el sabor, han perdido sus propiedades.
Este tipo de “cristianismo” ha sacrificado su estado de pureza y ahora sus vidas son como la de todo mortal, una vida común, que no da sabor, que no transmite espiritualidad.
Aunque sea considerado una buena persona ante los ojos del mundo, no es un buen hijo ante los ojos del Señor.
TS: En segundo lugar, el Señor Jesús dijo que:
Somos la luz del mundo.
Esta expresión tiene una relación directa con nuestro testimonio.
El versículo 16, dice: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».
Ser luz es mostrar vidas transformadas, cambiadas por Jesucristo.
2 Corintios 5. 17. «De modo que si alguna está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas».
Efesios 2. 10. «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas».
Un par de pasajes más.
Filipenses 2. 12 – 15.
Tito 2: 9 – 14.
Ser luz, en palabras simples, es permitirles a otros que vean nuestros buenos actos y así lleguen a saber, por experiencia, que el Señor es el que cambia vidas.
Esto no es algo motivado por la vanagloria, o por el egocentrismo, al contrario, solo queremos algo bueno para otros, porque Dios es el que nos mueve a hacerlo.
Filipenses 2: 12 – 13. «Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad».
Vs 14 – 15.
«Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder».
«Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud».
Almud. Recipiente utilizado para medir la cantidad de grano o alimentos. Tipo cajón.
Aquí el punto es que la fe debe ser palpable, hacerse visible, de tal manera que esta luz traiga a la vida de aquellos que viven en tinieblas, la luz del evangelio de Jesucristo.
Creo que el Señor nos está desafiando a llevar su luz, a mostrar lo que él puede hacer en la vida de un pecador. Creo que nos está motivando a ser intensionales, que busquemos formas en las cuales las personas puedan ver el amor de Dios que está en nuestros corazones, que vean gestos de bondad, de consideración, que vean la pasión por sus almas que Dios ha puesto en nosotros.
Esto, otra vez, no tiene que ver con jactancia, por el contrario, es inundar a otros con la fe, no con palabras, sino con actos que demuestren que hay un Dios que cambia vidas, las hace nuevas y las hace mejores.
1 Pedro 2. 11 – 12, escuche lo que dice Pedro: «Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.
Pienso que este pasaje refleja muy bien lo que dijo el Señor Jesús: no nos mezclamos en las prácticas mundanas para no perder nuestro sabor, nuestras propiedades como creyentes en Cristo, pero si damos luz a ellos a través de nuestras buenas obras. Nos relacionamos con el mundo pero no para seguir sus pasos, sino para mostrarles que hay un Dios que cambia vidas.
Una es la separación que debemos tener de las prácticas mundanales pero la otra es la relación que debemos tener con aquellos que no conocen esta vida cristiana con el fin de mostrarles a Jesucristo.
Conclusión.
Somos la sal de la tierra y somos la luz del mundo. La sal no debe mezclarse y la luz no debe ocultarse. Debemos por lo tanto, vivir nuestra fe de tal forma que los hombres puedan ver a aquel que cambió nuestra vida.