Introducción
El Señor Jesús en los versos 17 al 20 les enseñó a sus oyentes cuál era la relación que él sostenía con la ley de Dios. Su postura fue bastante clara: «No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir».
MacArthur dice a este respecto: “La mayor parte de sus oyentes, sino todos, tenían un concepto equivocado de la enseñanza que Él estaba dando. Casi todos los judíos tradicionalistas consideraban las instrucciones rabínicas como las interpretaciones apropiadas de la ley de Moisés, y concluyeron que debido a que Jesús no seguía con escrupulosidad esas tradiciones, era evidente que estaba fuera de la ley o que la estaba relegando a una menor importancia. Puesto que Jesús ignoró las tradiciones de los lavamientos, los diezmos especiales, la extrema observación del día de reposo, y ese tipo de cosas, las personas creyeron que, por esas cosas, Jesús estaba derogando la ley de Dios”.
Jesús de ninguna forma estaba reemplazando la ley de Dios. Y será ahora que él va a explicar como funciona esto, mostrando una variedad de ejemplos acerca de cómo la ley se cumple de verdad.
Creo yo que Jesús va a citar el “espíritu de la ley”, que, según entiendo, es la parte más pura de un mandato, es decir, el principio vital, el cual es necesario priorizar.
Jesús procuraba con esto, que sus oyentes pudieran entender cuál era la idea de la ley en su estado más puro y que de allí, de esa luz, ellos pudieran evaluar su condición espiritual y por ende su relación con Dios.
Aquí Jesús le saca el polvo a la ley y la hace resplandecer como ella realmente brilla. Su brillo trae mayor claridad hacia lo que es el pecado, revela nuestros corazones y nos hace caer en cuentas de cuán pecador el hombre es. No por nada Pablo dijo que «la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo» (Gálatas 3: 24). El dibujo es de un sirviente, un cierto mayordomo, que tiene la tarea de dirigir al hombre a Dios de forma adecuada. Eso es la ley; cuando la entendemos, nos lleva humildes, quebrantados, arrepentidos ante Dios, sabiendo que no merecemos nada más que el castigo y condenación por nuestro pecado.
El Señor Jesús nos expondrá a una serie de leyes dictadas en el Antiguo Testamento. Luego nos señalará lo que se dijo de ellas para luego expresar claramente cuál es el espíritu de cada una de estas leyes. ¿Cuáles son los temas a tocar?
Primer tema: La ira. Vs. 21 – 26.
Segundo tema: El adulterio. Vs. 27 – 30.
Tercer tema: El divorcio. Vs. 31 – 32.
Cuarto tema: Los juramentos. Vs. 33 – 37.
Quinto tema: La venganza. Vs. 38 – 42.
Y su sexto tema será: El amor hacia los enemigos. Vs. 43 – 48.
De todos estos temas, el Señor comunicará el sentido más puro, el sentido moral. En otras palabras cuál fue la idea de Dios cuando se pronunciaron estos mandamientos o en otra forma, el espíritu de la ley.
Interesante lo que observa MacArthur al respecto. Él dice: “Desde el principio del Sermón del Monte Jesús se enfoca en lo interno, en cómo son los hombres en sus mentes y corazones. Ese es el sentido principal de Mateo 5: 21 – 48, en que el Señor vuelve a enfatizar las normas divinas para vivir en su reino, las normas divinas que ya ha provisto en la ley del Antiguo Testamento, en contraste con la tradición judía”.
Algo que quiero resaltar, antes de comenzar con el primer tema, es que la iglesia debe ser el pueblo de Dios que tiene y respeta su ley.
La ley que nosotros tenemos como iglesia, es su palabra. Cuando la respetamos, glorificamos a Dios y cumplimos con sus propósitos.
Como cristianos, tenemos la Palabra de Dios y ella es nuestra ley. La escuchamos y leemos para conocerla, la meditamos y memorizamos para comprenderla, la aplicamos para obedecerla y la respetamos para establecerla.
Solo cuando el pueblo de Dios se sujeta a su palabra, puede esperar que Dios se manifieste en medio de él.
Amados, algo que debemos valorar es que el Señor Jesús creía fervientemente que la palabra revelada de Dios es la verdad, por lo tanto ella posee absoluta autoridad.
Es en esa autoridad que Él vino para enseñar y ministrar, y es ante esa autoridad que ordena a los ciudadanos de su reino que se inclinen y obedezcan.
Vs. 21 – 22.
El tema de la ira.
Oísteis que fue dicho a los antiguos:
Cité antes que casi todos los judíos tradicionalistas consideraban las instrucciones rabínicas como las interpretaciones apropiadas de la ley de Moisés. Es a estas instrucciones rabínicas a las que se refiere Jesús aquí cuando dice: «oísteis que fue dicho a los antiguos». Son las conclusiones que los maestros de Israel enseñaron al pueblo.
No matarás; y cualquiera que matare será culpado de juicio.
El mandamiento específico al que Jesús se refiere aquí es el Decálogo, que todo judío conocía. El mandato «no matarás» (Éx. 20: 13) no prohíbe toda forma de matar a un ser humano.
El término que se usa tiene que ver con asesinato criminal, y en muchos relatos y muchas enseñanzas en la Biblia se clarifica que se excluyen aquí la pena capital, la guerra justa, el homicidio accidental, y la defensa propia”
Aquí el mandamiento es contra el asesinato intencional por motivos puramente personales, cualesquiera que estos pudieran ser. (Comentario de Mateo, por John MacArthur, pág. 182)
Aquí la idea que fue transmitida por los rabinos y entre paréntesis en muchas otras culturas y religiones, es que el asesinato se limita estrictamente al acto de quitar la vida. En otras palabras, el individuo solo debía cuidar de no matar a su prójimo; cuidando esto, la ley estaba cumplida; estas libre de ser juzgado. (Esto era la justicia de los Escribas y Fariseos, del verso 20).
La forma en que les fue enseñado perdió el sentido más profundo o puro del mandamiento.
Pero yo os digo que. El Señor rescata el sentido más puro del mandamiento. Jesús no está contradiciendo o reemplazando el mandamiento; solo está devolviéndole su sentido moral, el que tuvo en su origen.
Cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpado de juicio. Note la repetición de la consecuencia de un asesinato.
Según las enseñanzas de los antiguos, el hecho de no matarlo, de no quitarle la vida a otro ser humano, te libra del juicio; pero, según Jesús lo entiende, no es así, sino que el “simple hecho” de estar enojado con tu hermano te hace culpable de juicio.
¿Nota la diferencia entre lo que se dijo por los ancianos y lo que quiso decir Dios?
“Para los rabinos el asesinato se origina en las manos, pero para Jesús, el asesinato se origina en el corazón”. (MacArthur, comentario de Mateo, pág. 184)
Los ancianos ignoraron el “espíritu de la ley”. La idea de Dios fue cuidar el corazón a tal punto de no permitirnos guardarnos enojo en el corazón contra un hermano.
Interesante que esto no queda solo en guardar el corazón, sino también nuestras palabras. Nótese en el verso 22.
- Cualquiera que le diga: Necio.
- Cualquiera que le diga: Fatuo.
Esto tiene mucho sentido si lo relacionamos con lo que Jesús enseñaba. Él decía que «de la abundancia del corazón habla la boca»; así que por nuestra propia boca somos juzgados. Si de ella nacen malas palabras en contra de un hermano, eso simplemente muestra el fruto que ha nacido dentro de nuestro corazón hacia ese hermano.
Necio. Raca. Un epíteto (apelativo, apodo) muy común en la época de Jesús que no tiene un equivalente exacto en la traducción. Era un término de maltrato malintencionado, de mofa, calumnia. Se ha traducido como insensato, inútil o imbécil, con la connotación de descerebrado, tonto, cabeza hueca, etc. Era una expresión de desprecio arrogante.
Hay una leyenda de un pupilo de un joven rabino llamado Simón Ben Eleazar que acababa de venir de una sesión con su famoso maestro. El joven se sentía especialmente orgulloso en cuanto como se comportaba delante de su maestro. Mientras disfrutaba de sus sentimientos de erudición, sabiduría y santidad pasó junto a un hombre que no tenía ningún atractivo especial.
¡Tu raca! Que feo eres – Contestó el rabino ante el saludo del hombre – ¿Son tan feos como tú los hombres de tu pueblo?
Eso no lo sé – confesó el hombre – Pero, vaya y dígale al Hacedor que me creó cuan fea es la criatura que Él ha hecho.
Calumniar a una criatura hecha a imagen de Dios es calumniar al mismo Dios, y equivale a asesinar a esa persona.
Fatuo. Estúpido – idiota. Los griegos usaban esta palabra para describir a una persona obstinada e impía. Los hebreos lo asociaban más a una persona que “se rebelaba contra alguien o algo”.
Recordemos que estas expresiones, en este caso, vienen como fruto del odio que una persona dirige hacia otra.
No son palabras usadas para ayudar a la persona a entender su condición, no son palabras para describir su falta de sumisión a Dios, las cuales a veces debemos usar para señalar la condición espiritual de ciertos individuos. Acá son palabras usadas con animosidad maliciosa, lo cual equivale a asesinato, según el criterio de la ley de Dios.
“Los sociólogos y psicólogos informan que más que cualquiera otra emoción, el odio lleva a una persona hacia el asesinato. Y el odio no es más que extensión de la ira.
Este informe nos lleva a lo siguiente: La ira lleva al odio, el cual lleva al asesinato, si no en el acto, si en el corazón”.
Acá el tipo de enojo no es el mismo que a veces demostramos con ciertos actos de los hombres. Que a veces es un enojo justo (que no deshonra a Dios). Aquí “enojo” tiene que ver con enojo perturbador, que hierve a fuego lento, que se nutre y no se le permite extinguirse. Se lo ve en la conservación de un rencor, en la ardiente amargura que se niega a perdonar. Se trata del enojo que abriga animosidad y no quiere reconciliación. Es ese sentimiento que envolvió a Caín cuando mató a Abel.
Será culpable ante el concilio, quedará expuesto al infierno de fuego. vs 22.
Esta es la consecuencia de este pecado.
Será culpable. El veredicto para quienes guarden odio en su corazón y así actúen es solo uno. Culpable.
Ante el concilio. El sanedrín, la corte suprema de los setenta, que se ocupaban de los delitos más graves y pronunciaban las penas más severas, incluso la muerte por apedreamiento. (Hechos 6 – 7). Reo de muerte, en el sentido espiritual.
Quedará expuesto al infierno de fuego. Llamar fatuo a alguien es igual a maldecirlo y asesinarlo, y ser culpable de ese pecado es digno del castigo eterno en el infierno de fuego.
TS: ¿Qué puede hacer una persona que ha caído en este tipo de condenación? El Señor Jesús responde a esta inquietud que de seguro quedó en esta masa grande oyentes.
Vs 23 – 26.
Por tanto. Aquí el señor dará su observación respecto de lo que se deb hacer para solucionar este problema.
Hermano aquí tiene el sentido étnico. Es decir, cualquier otro individuo. El sentido de uso más amplio.
Deja allí tu ofrenda. Algo que era muy propio de los Escribas y Fariseos era su participación en la adoración en el templo. Ellos velaban por servir a Dios y traer sus ofrendas. Esto era algo que para ellos era especial. Para los oyentes de Jesús estos actos de adoración eran importantes, pero Jesús quería que ellos entendieran que hacerlos sin una correcta relación con tu hermano afectaba toda adoración a Dios.
“Un acto externo, nunca reemplazará la comunión íntima, de la cual brota la adoración a Dios en espíritu y en verdad”.
Anda. Una expresión de acción de movimiento hacia. Tu siguiente paso es ir adonde está aquel con el cual estás enojado y reconciliarte.
Reconcíliate primero con tu hermano. Deja las cosas que estás haciendo para Dios, por importantes que estas sean y toma tiempo para lo que él te está pidiendo.
Y entonces ven y presenta tu ofrenda. Este es el orden que le agrada a Dios.
Vs 25 – 26.
En esencia estos versículos son un comentario de los dos anteriores. Con el uso de un ejemplo de la costumbre común de encarcelar a una persona por una deuda de cualquier clase contra un individuo.
Debemos arreglar cuentas tan pronto como sea posible antes de que sea demasiado tarde y nos veamos metidos en la cárcel. (llevando las consecuencias de nuestro pecado – ya sea fuera de la comunión y aprobación de Dios o peor aún, fuera del reino de Dios).